El momento es ahora.

En Kuala Lumpur son las tres de la tarde. Hace mucho calor y una humedad que derriten las ganas de salir a hacer turismo. En el corazón del barrio de Chinatown me tomo un cafe en el hostel dónde me hospedo, a la sombra de un ventilador. Una mujer de tempranos treinta años se aproxima, parece que también le apetece un cafe, así que le ofrezco un poco del que me había preparado.

Empezamos a charlar. Es de Bélgica y le apasiona viajar. El tono de su voz y la expresión de su mirada me adelantan, sin conocerla, qué es un alma bonita.

Tras un buen rato de conversación sobre la vida y nuestros que haceres, me cuenta una historia que me parece muy inspiradora.
Cuando era niña perdió a su padre, como desgraciadamente a mucha gente le ha pasado. Feliz y orgullosa me contaba, que este murió en una expedición al Nanga Parbat. Una avalancha terminaba con sus ilusiones de conquistar tan bella montaña.
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> El Nanga Parbat se encuentra en Pakistán, en la cordillera del Karakorum y es considerada una de las 14 montañas de más de ochomil metros que hay en la tierra.
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> La misma que intentaba escalar Heinrich Harrer, el escritor autobiográfico de Siete Años en el Tibet, cuando salto la Segunda Guerra Mundial. Le capturaron y fue encerrado en un campo de concentración en India, del que consiguió escapar. Fue el primer occidental en llegar al Tibet y conocer al actual Dalai Lama, cuando este aún era un niño. Intercambiaron oriente y occidente a golpe de conversaciones.
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> Esta dulce mujer narraba, con una media sonrisa esbozada en su cara, la muerte de uno de los que le habian dado la vida. Lo cuál me produjo curiosidad. Por lo que con respeto e intuyendo el porque, le pregunte por el motivo de su sonrisa.
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> La respuesta era sencilla, estaba contenta porque su padre había muerto haciendo lo que le hacia feliz. Y ese mal trago que la vida le hizo pasar, había conformado su personalidad y, sin duda, había sido un motivo de los varios, por los que se había convertido en la persona que era hoy. Ella se quería tal y como era, y para eso hay que aceptar, sacando provecho, las experiencias negativas que pasamos, me explicaba sin dejar de sonreír. Por supuesto le encantaria tenerlo con ella, pero hay cosas irrevertibles en esta vida y la muerte es una de ellas. Asi que lo único que pudo hacer, es, con el tiempo y un periodo de duelo que la mente necesita, aceptar la situación, y utilizar la idea de su padre como fuerza motivacional para ir a conseguir sus sueños.
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> Sabes que no eres lo que eras, ni seras lo que eres.  Porque lo que eres, solo existe en cada experiencia que nos transforma.  Puede que no creas que lo negativo también es necesario. Pero una vez que te sucede, tenemos dos opciones: estancarnos o utilizarlo en favor de tu yo futuro. Lo que si esta claro que el alivio existe gracias al sufrimiento. La verdad a la mentira. Y si no hubiera pena tampoco habría alegría.
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> Esto me hizo recordar la historia de Iñaki Ochoa de Olza. Un montañero navarro que dejo la carrera de derecho y pidió un préstamo al banco para ir a escalar su primer ocho mil. Al final se convirtió en cámara de National Geographic y de TVE. Fue una persona noble y uno de los mejores alpinistas de la historia. Vivió muchos años de su pasión, escalar montañas. Hasta que un día murió a mas de 7000 metros en el Annapurna. Una muerte ejemplo de fuerza, ya que aguantó en la zona de la muerte sin oxigeno mas de 6 días, con una embolia pulmonar y otra cerebral, cosa que la ciencia no puede explicar muy bien. Y por otro lado, fue un ejemplo de compañerismo. Se vio como los mejores himalayistas del mundo arriesgaron literalmente sus vidas por salvar la de otro. No hay gesto más desinteresado en el ser humano que jugarte lo mas preciado que tienes por otra persona.. La madre de Iñaki dijo algo que nunca se me olvidara. El riesgo de la vida esta en vivirla. Claro que el trabajo de su hijo no era muy común, y es anti natura que una madre entierre a un hijo. Pero esta mujer prefería tener a un hijo muerto habiendo tenido una vida feliz, que a uno vivo pero que se este muriendo cada día de amargura. No importa si te gusta escalar montañas o vivir en tu pueblo, trabajar la madera y criar a tus tres hijas desde la humildad, ambos sueños, sin lugar a dudas, están al mismo nivel en términos de grandeza y realización personal. Lo importante es vivirlos. No dejemos que nuestros fantasmas y miedos nos dejen paralizados, cada uno a su manera, pero hay que vivir, porque la vida algún día se ira y ahí no habrá tiempo para lamentaciones. El momento es ahora.
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> Da igual si tienes 82 o 28 la muerte nos ha demostrado que no entiende de edades, por lo que hay que vivir experiencias. No hace falta escalar o viajar. Experiencias es decir te quieros, salir al campo, estar con amigxs, una comida con tu familia. Es recordar las hijas que tienes, y los nietos y bisnietos que te han dado, que te respetan, te quieren y son conscientes que sin ti nada de sus vidas habría sido posible y siempre te estarán agradecido.
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> Estar agradecido, es el mejor ejercicio para acercarse a la felicidad momentánea. Valorar la suerte de lo que tenemos, extrictamente fuera de lo material.
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En resumen y para que me ha ayude a interiorizarlo escribo esto. Disfruta lo bueno porque no es eterno, tomate tu tiempo con lo malo, aprende de ello porque tampoco es eterno. Y vive en el ahora que es lo único que tenemos seguro. El mañana y el ayer no son tangibles. Y como decía Machado, hoy es siempre todavía

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