La familia hindú de la que me enamoré.

Nos alejamos de las tierras altas donde se cultiva el te. Tras muchas curvas y alguna que otra cabezada, llegamos a Penang. Una isla conectada a la península de Malasia por un puente. Son casi las ocho de la tarde y no tenemos nada reservado para dormir.

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Cameron highlands.

Empezamos a investigar que buses urbanos nos llevan al centro. Este es conocido como George Town, por ser una antigua colonia Inglesa.

Preguntamos a un malayo que andaba esperando también en la parada. Nos dice que no sabía dónde estaba China Town. Es al barrio al que queríamos ir porque una pareja danesa nos aviso que los hosteles más baratos estaban allí.

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Street art en George Town

A los cinco minutos se me acerca el mismo señor, al que acababa de preguntar. Lo había visto hablar por el móvil, pero ni me había imaginado que estaba llamando para conseguir la información que necesitábamos. Nos indica que número de bus tomar. Se lo agradecemos enormemente.

Media hora, el bus no viene. Pero si unxs chicxs que volvían para su hostel después del día haciendo turismo.  Lxs vemos mirando el cuadrante de las rutas. Parecía que tampoco sabían que autobús tomar. Así que devolvemos el favor. Como dice Leo DiCaprio en la película de La Playa, un viajero siempre debe compartir la información con otrxs. Preguntamos que dónde iban y casualmente tenían que coger el mismo que nosotros.

Nos subimos a un interurbano, y empezamos a charlar. Una inglesa, dos americanas y un chico de Puerto Rico, que estudiaban en Shanghái. Disfrutaban sus vacaciones por el Año Nuevo Chino.

Nos caemos bien y nos comentan que están en un hostel genial, dónde el dueño es muy majo y energético. Que si queremos… llaman para ver si hay plazas. Las hay, asi que optamos por irnos con ellxs.
A todo esto, a mitad del trayecto, el conductor para en doble fila, se baja, se acerca a un puesto callejero, y se pide la cena. Algo que me hizo gracia. Como dicen en marruecos, «prisa mata, amigo». En Malasia son tan majetes que nos dijimos… igual pilla cena para todxs. No fue el caso, pero aun así siguen siendo muy majetes.

Por fin llegamos al hostel, ya era tarde. Nos encontramos una casita sencilla, decorada tipo hinduista. Que fácilmente podría aparecer en la revista El Mueble. Olía genial a incienso. Vivía una familia de la que terminé enamorado. Una parte estaba habilitada con dormitorios para mochileros y a la vez era el hogar de esta familia local malaya de procedencia hindú.

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Vemos que con lxs chicxs que nos llevaron tenía muy buen feeling, por lo que nos da buenas vibraciones. Vamos a reservar y dice que mañana le paguemos, nos da una llave y comenta, «bueno ahora ir a cenar con los amigxs que tendréis hambre, yo arreglo la habitación y os subo las maletas»

Nos indica varios sitios cercanos, en un mapa, para ir a tomar algo. Mientras tanto sus hijxs: un niño de 3 y su hermanita de 2, como un terremoto por la recepción, súper monetes.

Cenamos en un puesto callejero que… tela al principio, y que… qué ricos noodles con gambas después. Lo malo que es prejuzgar un sitio por la apariencia, aunque a veces, es inevitable. Paseamos por los alrededores y nos vamos a dormir, quedamos para recorrer la isla por la mañana.

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Street food market

Nos levantamos, bajamos a desayunar, y una mujer mayor, la suegra del dueño, nos lo quiere preparar. No la dejamos. Me recordó a ti abu, por lo servicial y la cara de buena persona que tenía. Estaba pasando el mes con su hija. Se marchaba esa tarde, a pasar otro mes al sur, con su otra hija. Como pasa mucho por La Mancha también, y veo que en todo el mundo. Es bonito y justo que los que han cuidado, sean cuidados. Eso significa familia y nunca una persona mayor debería sentir que es una carga, como un niño en su inocencia no lo siente.

Aparece el padre, se llama Bahan, es un hombre de unos cuarenta bien llevados. Saca un mapa y nos hace el planning de la mañana, con una alegría, que demostraba su felicidad porque gente de otros países conocieran el suyo, y en concreto, su ciudad. He estado en muchos hostels, en algunos viviendo meses, y no es lo común.

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Más Penang

Hacemos turismo con nuestrxs amigxs hasta las tres porque se marchaban, por lo que volvemos para el hostel. Aprovechamos jugando un rato con lxs hijxs de la familia. Algo que ya había tenido la oportunidad de observar, pero una vez más. Es, como los niñxs juegan a lo mismo, sin importar color o lugar geográfico. Los juegos tienen una parte cultural distinta, lo que sería el atrezo: nombres, variantes… Pero el corazón del juego, es el mismo. Y más aún su finalidad. El desarrollo psicológico de los niñxs no entiende de fronteras, ni el juego simbólico de barreras.

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Me veía jugando con Alfonso a lanzar tela de araña como Spiderman, sólo que con Kishe, que era su nombre. O hacer el bu-tras con la pequeña Veronika, que se escondía los ojos tras esas manecillas e intentaba asustarme, con una sonrisa pura y sincera. Igual que hemos jugado con Paula, Marta o Sara cuando eran más pequeñas.

Lxs amigxs parten y pensamos ir a dormir la siesta. Pero Bahan el padre, no nos deja. Dice que es hora del te. Que subamos al coche. Nos lleva con sus hijxs a una especie de bar en la calle, en él que los únicos forasteros éramos nosotros. He de reconocer que por un momento pensé que sería el negocio de algún amigo, y le quería echar una mano a nuestra costa. Y como esas películas que el guion al final te gira la cara y te deja boca abierto. Saca la cartera, y paga él. Lo bueno de una leve desconfianza sana, es la sorpresa gratuita que obtienes. No deja de ser una derivación de la emoción más primitiva, el miedo. Él cuál es vital, como cualquier emoción para adaptarnos y sobrevivir. Pero sólo cuando esta es pequeña, si no, nos perderíamos muchas cosas en esta vida. La merienda un te de jengibre y un plato de patata con huevo, calamares, gambas y una salsa muy picante. Igual no para las cinco de la tarde, el plato. El te si. Pero muy rico todo.

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Nos enseña y nos explica unos videos sobre una fiesta hinduista que había tenido lugar un par de días antes. Habíamos visto la preparación en Kuala Lumpur, en la que la gente hacia ayuno y meditación para lo que les viene después.

Thaipusam se llama el festival. Se celebra en el sur de India, y varias zonas en Malasia, debido a la gran comunidad hindú que vive en la región. También en otros partes de Asia.

Una procesión que dura kilómetros  y aproximadamente todo el día. En la que lxs mas atrevidos portan una estructura muy pesada, llamada kavadi. Es una imagen del dios Muruga, que con ganzúas perforando su cuerpo, arrastran sin descanso y sin derramar una gota de sangre. Se les ve con un sufrimiento que no extenúa, debido al estado de trance y a la meditación que prepara su mente.

Cada portador es acompañado por gente que les anima cantando, bailando y tocando instrumentos étnicos. Y ayudándoles cargando numerosas ofrendas hasta el templo hinduista, dependiendo donde se celebre. En Kuala Lumpur a las Batu Caves. En Penang a un templo situado a unos 10 kilómetros.

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Batu Caves, dios Muruga. KL

El motivo de ese sufrimiento innecesario, es porque se cree, que Muruga, hijo del dios Shiva, es un dador de favores. Por lo que ese sufrimiento es una especie de penitencia, para rogarle ayuda en diferentes aspectos de la vida. Y las ofrendas para agradecer su nacimiento y victoria, sobre el demonio Soorapadam.

Los hinduistas creen en el Samsara, que vendría a traducirse como, la rueda de la vida. Lo que quiere decir, que pueden pedir para esta vida, o para la trascendencia del alma a la nueva vida. El cuerpo solo es un vehículo de experiencias que se registran en el akhasa, el alma que prolifera a través de la diferentes vidas.

Hay comida para todxs, y a pesar de la dureza de lo que ven los ojos, se percibe mucha alegría en los peregrinos. Congrega a millones de personas en Malasia. Tenia pinta de ser un fieston con muchísima gente. Que lástima nos lo perdimos. Pero la pasión con la que me fue transmitido por Bahan, lo que he visto por allí y lo leído después. Hace que parezca que lo he vivido, y me da un motivo para querer volver a verlo en directo.

Puedes pensar… que gente mas loca, lo cual, si lo haces sin maldad, es respetable. O también puedes pensar en la similitudes con la Semana Santa.

Seguro que un hindú, le parecería extraño el tema de las cofradías, las distintas imágenes de la Virgen o los distintos Cristos. Los trajes de capuchino, las cornetas. Y el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos.

Pero lo bonito, es pensar que ambas son preciosas y no hacen daño a nadie.  En las procesiones cristianas se ven devotos sufriendo también por su fe. Extenuados y orgullosos.

Ambos creyentes, hindúes y cristianos, se encomiendan a sus dioses. Con la esperanza posible, por qué no,  de que algo cambie en su futuro. Se ve gente feliz, familias unidas disfrutando de la compañía de sus seres queridos. Gente ilusionada con orgullo de pertenencia y admirando su gente y a grupos rivales en una competición sana. Generaciones que comparten una ilusión, de padres o madres a hijxs que toman las riendas desde bien pequeños y hacen que sus mayores se llenen de admiración.

Aparte, desde el punto de vista sucio económico. Ambas tradiciones incrementan el turismo. Por lo que se crea un motivo para aumentar los recursos de las familias, estimulando los pequeños y medianos negocios locales y los bolsillos de la gente humilde de pueblos y ciudades españolas y malayas.

Quiero un estado en el cada unx elija en lo que creer, sin tener impuesta una creencia. Y sin favoritismos, pero esto necesita tiempo y comprensión. Humildemente me agrada que la gente disfrute de sus tradiciones aunque a mi no me hagan especial ilusión. Y es un motivo más para aprender y ver a gente feliz. Malasia en concreto, tiene un mayor porcentaje  musulmán y chino, pero respetan y disfrutan las tradiciones de la cultura hindú. Con las que conviven en paz. No es un mal ejemplo de que se puede agradar a todxs.

Por último me encantaría que se viera las similitudes entre ambas y tan lejanas tradiciones. Que pueden variar en la cultura superficial como los juegos de los niños pero los procesos psicológicos que subyacen: la búsqueda espiritual, la parte emocional, los características psico sociales de pertenencia y unión son iguales. Y otra vez más, preciosas y necesarias. Una tradición que no haga sufrir a ningún ser vivo, y realice a sus gentes haciéndoles felices, sea en Malasia, en España o en Rusia, lo único que me merece es curiosidad y respeto.

Volviendo a la maravillosa familia… La madre de los peques era profesora, y él, llevaba el hostel. Hacían vida en casa. Y la verdad que quizá, no tenían demasiado, aunque tampoco poco. Pero se les veía unidos y felices, y lo más importante, con tiempo para disfrutarse.

Otra cosa que me sorprendió, es que,  lavaban a los chicxs hasta tres veces al día. He de reconocer que más que yo, que lo hacía una o dos. Era la única forma de combatir el calor. Aparte de tomar te caliente, que por lo visto aumenta la temperatura corporal por lo que la sensación térmica parece más soportable.

Hubo más gestos desinteresados.  Nos llevo en coche a la lavandería no quería que nos perdiéramos buscándola. Nos saco los billetes del ferry hacia Tailandia, por el mismo precio, evitándonos perder la tarde encontrando el puerto y regateando. Y al día siguiente se levanto a las siete y media de la mañana para acercarnos y que madrugáramos menos. Y algunos detalles mas que se me escaparán.

No pudimos sentir nada más que agradecimiento. Les regalamos un detalle a los chicxs porque nos sentimos en la obligación sana. Por lo bien que sin interés alguno nos habían tratado.

A todxs que íbamos conociendo que hacían la ruta en dirección contraria, e iban dirección Penang, les aconsejábamos este hostel. Hablándoles de la maravillosa familia que allí vivía. Algunxs sabemos que fueron, diciéndoles que venían de nuestra parte.

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Penang, monkey beach.

Es un buen ejemplo de lo que siempre me has dicho abu. «Mocetón, lo que se siembra se recoge.» Y esto no puede estar más relacionado con el Karma y el Samsara. Así que espero que ésta familia sigan estando alegres y felices, porque siembran alegría y felicidad en los que pasan unos días con ellxs. Bahari 28 Guest House, George Town, Penang, Malasia. Gracias familia.

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